No sabemos si Trump y Abbas se han dicho otras cosas durante su reunión pero, por lo que han declarado, esto parece más de lo mismo. Se diría que la prudencia es máxima ante próxima visita del presidente Estadounidense a la zona.
La comparecencia, breve y difusa, está en la página oficial de la Casa Blanca. «Lo haremos», dijo Trump en referencia a lograr un acuerdo de paz definitivo, pero sonó poco convincente. Es difícil creer que el hombre que dio su apoyo personal expreso -en un mensaje de vídeo – a Benjamin Netanyahu durante su campaña electoral al cargo de primer ministro, en 2013, vaya a ser un mediador neutral. Y más, teniendo en cuenta que desde la llegada de Bibi al poder, en 2009, el proceso de paz está bloqueado.
Aun así, después de las inequívocas muestras de apoyo que el Presidente Estadounidense ha enviado a Israel, el simple hecho de que le reciban en la Casa Blanca es un triunfo para Abbas. Son muchos los fracasos de la diplomacia plaestina, pero esta es una de las ocasiones en las que ha estado acertada. Y ya empiezan a ser frecuentes. Muy posiblemente, Saeb Erekat, Secretario General de la OLP y jefe negociador palestino – también en Washington, por cierto – haya tenido mucho que ver en esto. La estrategia de presentarse como la parte moderada dentro del espectro político palestino ya ha empezado a dar sus frutos, aunque habrá que ver si es capaz de resistir el empuje del eje Trump-Netanyahu. En la ONU han conseguido varias resoluciones en contra de Israel y ahora han entrado en la Casa Blanca menos de dos meses después que Netanyahu.
Lo cierto es que el gobierno palestino está sacando partido de las comparaciones con la organización integrista Hamas, en el poder en Gaza y la ha forzado a moderar su discurso. De hecho, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes ha publicado un documento en el que por primera vez acepta la creación de un estado provisional en las fronteras de 1967, si bien, como recuerda Israel, no renuncia a la violencia. El creciente aislamiento internacional propiciado por los israelíes, pero también por el gobierno de Ramallah, está haciendo que algo se mueva en la organización integrista que, como era de esperar, ha rechazado el encuentro entre Abbas y Trump y las palabras del mandatario palestino.
Bien es cierto que Abbas también fue poco concreto, pero, al menos, lo fue más que su contraparte. Por lo menos habló de la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén y de las fronteras de 1967, dos reclamaciones a las que no puede renunciar, al menos de momento. Su popularidad está por los suelos y su liderazgo, muy cuestionado. No sólo por Hamas, que no acepta su autoridad en la franja de Gaza, también dentro de al Fatah, donde cada vez son más los que piden al encarcelado Marwan Barghouti que tome el relevo.
En este escenario de división parece difícil que un mediador tan parcial como Trump logre un acuerdo definitivo entre Israelíes y palestinos. Para alcanzar la solución de los dos Estados -algo sobre lo que Trump se muestra muy ambiguo – es necesario un liderazgo palestino sólido y fiable que pasa por el relevo en la Presidencia. De otro modo, puede que Trump consiga forzar a Abbas a ceder, pero es difícil que ese acuerdo sea aceptardo por gran parte de la sociedad palestina.
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