Putin le gana la mano a Trump en Oriente Próximo. Otra vez.

La presencia militar estadounidense en Siria no es muy grande, pero su retirada supone la aceptación de que Rusia marca los tiempos en Oriente Próximo.

Las actuaciones más decididas y audaces de Putin llenan el espacio dejado por la pasividad de Trump en Oriente Próximo

Dos mil militares no son muchos, pero estaban en el tablero de juego y eran un importante apoyo para los kurdos, quienes realmente detuvieron al Estado Islámico, con muchos muertos, en Kobane y otras batallas. Washington les había dado su apoyo y ahora les da de lado otra vez. La primera, recordemos, fue en Afrin, ante el avance turco, pero este es un abandono que compromete la imagen de Washington como aliado fiable y que no ha gustado a muchos. Entre ellos, al Secretario de Estado James Mattis, o al enviado para la coalición, Brett McGurk, pero también a otros destacados republicanos. Es previsible que los kurdos deban ahora entenderse con Damasco para no quedar a merced de Turquía.

Pero Ankara no es la única que ve con buenos ojos la decisión de Washington. También agrada al régimen de Sirio, que ha sufrido dos bombardeos con misiles desde que Donald Trump llegó a la casa blanca.  Operaciones muy mediáticas pero con poca influencia militar. En Damasco lo ven como la aceptación tácita de que la victoria es suya y de que los americanos se retiran ante la

El Presidente turco, Erdogan, asegura que no tolerará un santuario kurdo en Siria que sirva de refugio al movimiento separatista que opera en su país.

evidencia. Y no les falta cierta razón. La inacción occidental ha recluído a los rebeldes en su último reducto, Idlib y parece que, en estos momentos, las tropas de al Asad, apoyadas decididamente por la guerrilla de Hezbolá, Irán y Rusia llevan las de ganar. Y si algo gusta en Teherán, sin duda, preocupa y mucho, en Israel a quien no le gusta nada tener a las tropas iraníes y a la milicia libanesa campando a sus anchas en su frontera norte.

Los aliados regionales de Washington miran con cautela la decision de Trump, de quien se dice que también planea reducir a la mitad su presencia en Afganistán. Inquieta la idea de que, si Estados Unidos se marcha, dejará la puerta abierta a otra potencia en una de las zonas más calientes del mundo. Un espacio que está siendo ocupado, por el momento, por Rusia. Hasta ahora, el Presidente ruso, Vladimir Putin, ha sido quien ha marcado los tiempos de la guerra en Siria. Ni siquiera los bombardeos cosméticos de Trump han supuesto un contratiempo de importancia en la contienda y a nivel regional, parece que la alianza con Teherán lleva la delantera a frente antiirání

Un miembro del DAESH abatido por la coalición internacional liderada por Estados Unidos en Iraq

que la Casa Blanca trata de formar con Israel y Arabia Saudí, quien ni siquiera es capaz de avanzar en la guerra de Yemen.

La realidad es que Estados Unidos pierde la iniciciativa en favor de la Rusia de Putín. La excusa de que el Estado Islámico está derrotado es pueril. Si bien es cierto que el califato ya no existe sobre el terreno, también lo es que la organización terrorista sigue presente en amplias zonas de Iraq y Siria. No es tan poderosa como antes, pero aún es muy peligrosa. Puede que en Washington y en Occidente ya no nos acordemos, porque hace ya tiempo que corrió la sangre que los kurdos derramaron en Kobane o los Europeos en Paris, Bruselas, Londres o Barcelona, pero el DAESH sigue ahí y no está derrotado. Ni mucho menos.

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