María era una bellísima morena de ojos azules, loca por los libros y por el cine. El plan era perfecto: quedar en la Casa del Libro de la Gran Vía para hacerme el interesante y luego invitarla a ver una peli en algúna de las salas de la mítica calle madrileña. Si alguien nos hubirera dicho que, muchos años después, un servidor estaría presentando un libro en esa librería, yo no me lo hubiera creído y posiblemente, ella me hubiera hecho algún caso.

Cualquier lector que se haya criado en Madrid tiene un recuerdo especial de la Casa del Libro y por eso, presentar allí mi primera novela tiene un valor especial. Leo en un excelente post de Raquel C. Pico en Librópatas que se trata de la librería moderna más antigua de España. Se fundó en 1923 asociada a la Editorial Calpe, con el nombre inicial de Palacio de los Libros, que luego mudó al actual. Formaba parte de un grupo de comunicación cuyo espíritu era dar a conocer en España y a todos los pueblos de habla hispana, los prinicpales libros de todo el mundo y permitir publicar los buenos españoles.

Yo he tenido la suerte de toparme con una editorial, Kailas, que eso es lo que hace. Creo recordar que cuando conocía a Marta y a Íñigo, me dijeron algo así como: ¨Nosotros no somos una editorial grande…¨ y puede que sea cierto por tamaño pero, sin duda, son una gran editorial. Una editorial que, al igual que hizo la fundadora de la Casa del Libro, apuesta por nuevos escritores y que se lee los manuscritos que se le envían.

Hay gente que dice que escribir es difícil y es cierto, pero es mucho más complicado publicar. Los agentes ni siquiera se dignan a contestar a un escritor primerizo y los editores sopesan mucho sus decisiones debido lo poco que se lee y a la mala situación del mercado. El silencio era mi respuesta más habitual al envío de mi manuscrito y eso que lo remití a todo el listado de expositores de la Feria del Libro de Madrid de 2016. Le puse tanto ahinco que, por error, se lo mandé a un par de editoriales de autoayuda que, amablemente, me respondieron rechazándolo por «no ajustarse» a su temática. Es cierto que hubo un par de las de las grandes, gracias a algunos amigos, que se interesaron pero, realmente, el único que decidió apostar decididamente por la novela fue Ángel Fermoselle, un editor que se merece que le llamen así; un hombre que apuesta por gente nueva; que tiene las agallas necesarias para colocar a escritores noveles junto a otros consagrados como David Jiménez, que presentará la novela o, incluso, junto a premios nobeles. Puede que algún día se arrepienta de tomar esos riesgos, pero, gracias a gente así, aún hay alguna oportunidad para los nuevos autores.
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