Todo apunta a que en la guerra de Siria se ha vuelto a cruzar una peligrosa línea roja: el uso de armas químicas. La comunidad internacional debe actuar o asumir el riesgo de acostumbrarse a la barbarie y lo que es peor, asumirla como inevitable.
No consigo mantener el ánimo ante las imágenes de niños vomitando y temblando incontroladamente que escupen las televisiones cada vez que ocurre un ataque químico. Sus cuerpecillos apilados en el suelo y tapados con mantas me destrozan el ánimo. Hoy se han repetido aquellas terribles escenas de Ghouta, un suburbio de Damasco, en 2013. Murieron alrededor de mil personas. Aquel fue uno de los sucesos que me inspiraron para escribir “La niña a las puertas del infierno”, mi primera novela. Las repercusiones de aquel episodio fueron tan grandes que Estados Unidos estuvo a punto de intervenir en la guerra aunque, finalmente, se echó atrás a cambio de que el régimen de al Asad destruyera su arsenal químico. El gobierno Sirio escenificó la entrega de sus armas de destrucción masiva, aunque se cuidó de advertir que parte de él había caído en manos rebeldes.
Desgraciadamente, la historia vuelve a repetirse. Ahora, una vez confirmada la presencia de un agente químico, ha llegado el tiempo de las acusaciones cruzadas. Un portavoz del Ministerio de Defensa ruso ha reconocido que los aviones de Damasco han bombardeado esa zona pero ha explicado que los gases venenosos provenían de un depósito donde los rebeldes almacenaban sus armas químicas que fue alcanzado en ese ataque. A excepción de los aliados del régimen sirio, su teoría ha convencido a pocos, más aun, cuando Moscú se ha opuesto a una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre este tipo de armas que debería someterse a votación en la reunión de urgencia solicitada a petición del Reino Unido y Francia.
Las Naciones Unidas han documentado que las tropas gubernamentales han utilizado clorina, al menos en tres ocasiones, entre 2014 y 2015. También que el grupo terrorista Estado Islámico ha usado algún tipo de derivado de gas mostaza. Según la ONU, todas las facciones en conflicto han utilizado armas químicas en alguna ocasión durante el enfrentamiento. Y hoy mismo el Ministro de Exteriores británico afirmaba que todas las evidencias apuntan al régimen sirio.
En la guerra de Siria ya se han traspasado demasiadas líneas rojas. Por eso es importante saber quién ha sido el responsable pero lo es aún más una reacción rápida que evite la utilización de ese tipo de armas en este y en cualquier conflicto. No sólo estamos ante la posibilidad de una escalada vertical de la guerra que cause aún más muertos, sino ante algo aun peor: que la comunidad internacional ahonde en su incipiente irrelevancia y que demuestre que ha perdido su capacidad de acción ante algo tan peligroso el uso de armas de destrucción masiva.
LA NIÑA A LAS PUERTAS DEL INFIERNO, EL FINAL DE UN VIAJE INESPERADO
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