Alepo, Raqqa, Ghouta. ¿Cúantas veces ha vivido esto Siria? Ciudades cercadas con miles de civiles atrapados, bombardeos feroces, imágenes descarnadas de niños heridos o muertos. Es una situación que se repite: la presión internacional no consigue nada; los ataques químicos continúan; la ayuda humanitaria
se queda a las puertas de los barrios sitiados sin poder distribuirse porque los combates no cesan mientras la población espera, bajo el fuego cruzado, para ser evacuada. ¿Cuántas veces hemos visto que las bombas siguen cayendo sobre las casas y los hospitales hasta que Moscú anuncia una frágil tregua que nadie respeta? Los daños en Ghouta son de tal calibre que resulta difícil describirlos y ambas partes se acusan de violar el alto el fuego.
He perdido la cuenta de las veces que he hecho está crónica en los últimos años. ¿Qué diferencia hay, ahora, con Ghouta? Militarmente ninguna. La tregua se respetará cuando y dónde favorezca a los intereses de los aliados de al Asad y finalizará cuando les venga bien, como sucedió en Alepo. Una tregua por horas – que comienza a las nueve de la mañana y termina a las dos de la tarde – permite una gran flexibilidad especialmente, para quien posee el poder aéreo, pues puede bombardear antes de que empiece o después de que termine. Por el momento, es Putin ha dejado claro que es él quién decide en Siria, mientras sus aliados, con Irán a la cabeza, se baten el cobre sobre el terreno. El Presidente Estadounidense, Donald Trump, más ocupado en lo que pasa en el norte con el follón kurdo, ha aceptado, hasta ahora, una situación que puede cambiar en cualquier momento.
Desde una perspectiva diplomática, hoy por hoy, la tregua de treinta días que piden las Naciones Unidas es una utopía. Cualquier inicitiva del Consejo de Seguridad que pudiera perjudicar al régimen sirio se enfrenta al veto de Rusia cuyos diplomáticos no sienten el menor sonrojo al recordar que Estados Unidos también veta todas las iniciativas que perjudican a sus aliados. http://
Footage shot yesterday by our team in #EasternGhouta.
All you see is destruction. pic.twitter.com/QSa592944N
— ICRC (@ICRC) 6 de marzo de 2018
Vídeo de la Cruz Roja sobre el reparto de ayuda humanitaria en Ghouta Oriental en el que se muestra la destrucción en la ciudad.
Ghouta oriental, donde viven entre doscientas y cuatrocientas mil personas, está dominada por cuatro grupos islamistas: El Ejército del Islam, La Legión del Islam, Ahrar al Sham – respaldada por Truquía – y Fatah al Sham – la rama siria de al Qaeda-. El más poderoso es el Ejército del Islam o Jeish al Islam, que domina más de la mitad del territorio y forma parte del llamado Frente Islámico. Es una gran milicia salafista respaldada por Arabia Saudí que julio del año pasado anunció su intención de integrarse en el ejército rebelde. Failaq al Rahman, el segundo grupo más importante de la zona, acaba de anunciar que ha mandado refuerzos para evitar que las tropas gubernamentales tomen la ciudad de Misraba, lo que aislaría Ghouta oriental de Douma. El gobierno de al Asad, mientras, no desaprovecha ninguna ocasión de ganar cada metro cuadrado con la intención de conquistar el mayor bastión de la revolución al este de Damasco y terminar de una vez por todas con los
bombardeos de cohetes y morteros sobre la capital.
Casi cinco años después del terrible ataque químico sobre Ghouta, que causó más de mil muertos e inspiró parte de mi primera novela «La niña a las puertas del infierno», el panorama es desolador. La pasividad internacional, el curso de la guerra -muy favorable a al Asad y a sus aliados – no augüran el fin de la violencia. Las últimas campañas militares en Raqqa y Mosul, donde Estados Unidos y sus aliados utilizaron bombardeos masivos que causaron miles de victimas entre la población civil para derrotar a los terroristas del DAESH, tampoco.
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