A estas alturas, parece evidente que la decisión de disolver su gobierno en Gaza obedece más a un intento de burlar las medidas de presión del Presidente Abbas que a reconstruir la unidad nacional palestina.
Los movimientos políticos perseguidos aprenden a sobrevivir; los que llegan al poder, a convivir con el pragmatismo. HAMAS es ambas cosas, de ahí la audacia de sus jugadas. El anuncio de que aceptaba todas las condiciones que exige Mahmoud Abbas para volver a las negociaciones sobre la reconciliación nacional, rota en 2007 después que expulsaran a al Fatah de la franja, ha sorprendido por su contundencia y su momento. Muchos esperaban un cambio de postura de la organización por las modificaciones hechas en su carta fundacional, por la situación de desabastecimiento de la Franja y por las fuertes medidas de presión económica que el presidente Abbas ha decretado recientemente. Entre esas medidas está la reducción del salario de los funcionarios o el cese en el pago por el suministro electrico, que ha dejado a los gazaties con menos de cuatro horas diarias de elecctricidad.
La medida puede interpretarse como una concesión de Hamas, que en estos momentos intenta romper el creciente aislamiento internacional al que se haya sometida, entre otras cosas porque sigue en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea y Estados Unidos, aunque yo me inclino porque es una argucia de su politburó. Con ella, los integristas pretenden desmontar los argumentos del presidente Abbas para mantener las sanciones económicas que están dificultando las condiciones de vida en la franja. Si Hamas acepta disolver su gobierno, restituir a la Autoridad Palestina en las instituciones de Gaza -y eso incluye las fuerzas de seguridad – y celebrar elecciones generales… ¿qué sentido tiene seguir castigando a la población civil con cortes de luz y otros padecimientos? Ahora Hamas ha pasado la pelota al gobierno de Ramala y lo ha hecho en un momento complicado: un par de días antes de que el presidente Abbas interviniera en la Asamblea General de la ONU, para obligarle a pronunciarse.
Pero el Presidente palestino es perro viejo para que le vengan con esas. Por eso se refugió en la corrección política a la espera de ver como las promesas de los islamistas se convierten en hechos. Simplemente difundió un comunicado a la agencia Waffa en el que daba la bienvenida al ofrecimiento y prometía que, a su regreso de Nueva York, lo estudiaría junto con el liderazgo palestino.
Ahora se abre la puerta a una nuevo proceso de negociaciones en el que el movimiento islamista ha pasado la patata caliente al presidente Abbas con el fin de que ganar tiempo en una coyuntura regional que a medio plazo sabe que le será más favorable. Por un lado están convencidos de que Israel tratará de torpedear la reconstrucción de la unidad nacional palestina y, por otro, que tanto la agenda israelí como la de Egipto -que ha patrocinado la decisión de Hamas – tienen un punto en común en el que ellos tienen algo que aportar: la contención del Estado Islámico en la península del Sinai. Con estos mimbres, todo apunta a que los integristas volverán a sortear, una vez más, el cerco que les intentó imponer el presidente Abbas con sus sanciones económicas.
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